Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 28 de septiembre de 2019

ARMARIOS

Mucho se habla, de un tiempo para acá, de los armarios. Pareciera que emulando al conde Drácula, la gente se dedicara a dormir o habitar en alguno de ellos. De lo que no cabe duda es que dentro puede albergar multitud de sorpresas. En las Crónicas de Narnia, no es que hubiera un sobresalto cuando a través del fondo del mismo pasaban a un mundo extraño y mágico, sino mucho más, pero solo al alcance de unos pocos.


Las mismas sorpresas terroríficas podían encontrar los niños de Monstruos S.A., cuando los grotescos animales atravesaban las puertas de los armarios de sus habitaciones con el fin de lograr, fruto de sus gritos de pánico, proporcionar energía al submundo de donde provenían. La historia resulta divertida cuando una niña traviesa, atraviesa la puerta maldita.

No tan divertido resulta cuando vas a buscar al armario un traje del año la pera y que por necesidad urgente necesitas usar. Si el alcanfor no había surtido efecto o se había olvidado, el desastre estaba servido; las polillas lo habían dejado hecho un colador. El armario fue su tumba.

No tuvo ese final “feliz” el traje que, cuando yo tenía 12 o 13 años, mi madre me hizo confeccionar a medida. Un sastre de Villafranca realizó el encargo y tuve la oportunidad de usarlo ¡¡una vez!! el día de san Blas, para las fiestas. Nunca más lo volví a llevar o usar. Para no faltar a la verdad, intenté ponérmelo para ir a las fiestas de Ródenas, y en cuanto me vio con él, hizo que me lo quitara. Nunca más tuvo oportunidad de salir del armario. Mi crecimiento, dio al traste con sus ansias de salir del mismo.

El armario de los pecados, cuyas aventuras fueron relatadas en un aparte e incluidas en uno de mis libros autoeditados en Amazon, es el paradigma de los secretos guardados en su interior. De él, nunca salió nada, excepto la penitencia para los pecadores y el confesor aburrido o entonado, según las historias que le hubieran relatado. Como vamos hacia el invierno y hace mucho frío, me quedaré un poco más dentro de él. Al fin y al cabo ¿A quién le importa?

Otro día continuamos.


Y si suena, sueña

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