Hoy me ronda el meollo una
idea que ya me causó problemas en mi época de estudiante en Santiago de
Compóntelas como puedas. Había que realizar un ejercicio de opinión o fantasía
en torno a la mujer, al cual me negué con el correspondiente enfrentamiento con
la fémina que lo exigía. Y ya se sabe quién era la parte más débil en este caso,
por mucho que siempre se hagan las mártires.
Valga como ejemplo un
macarrilla madrileño que había intervenido como extra en la película 100
Rifles, rodada en Almería. El julai, había tenido una “novia” que al final le
había dado puerta. Algo así como la cabaretera que le sacaba la pasta a Pepe
Rubio en “Qué hacemos con los hijos”, de Martínez Soria.
El nene era un camorrista;
se lesionó la mano en una pelea de bar por la Rua del Villar santiaguesa. Pues
a una profesora, más mayor, si no le hacía tilín, lo parecía por lo benevolente
que se mostraba con él. Y no solamente se limitaba a eso: un día salía del baño
en pelotas y con el arma en posición de presenten. No se cortó un pelo en
decirme que si le hacía una mamada. Qué cabrón. No le hice caso y no tuvo mayor
repercusión el asunto pues no lo tomé en serio. No era marica, yo tampoco,
simplemente un fulano que a pesar de su juventud, ya se había tomado el mundo
por montera. Y que si le hubiera dicho que sí, no habría puesto ningún reparo. Quizá
una patada en los eggs habría resuelto el problema, pero tampoco había lugar. Y
de eso hace más de cincuenta años, o sea, que es tan viejo como el mundo.
¿Y de qué quería hablar yo? Por cierto, no conozco a
ninguna Nerea, así que no tengo nada contra ella.
Otro día continuaremos...
Y si suena, sueña
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