Me hallo en soledad espiritual
y física, con la única compañía de mi perrita Laika. Si bien me llena, el vacío
que nadie puede colmar sigue ahí en pugna por hacerse manifiesto sin importarle
lo más mínimo estar en silencio o gritar como un poseso. Desfilan, como
fantasmas del pasado, situaciones que desearía hubieran desaparecido bajo miles
de toneladas de besos o improperios, pues las repulsas actuales al único que
afectan y pillan de lleno son a mí.
La falta de constancia o el
desamor de juventud han acarreado una odiosa pescadilla –también pesadilla- de
la cual solo me sacará el agua bendita (es un decir y una certeza). Tanto la
debilidad espiritual junto con la soledad física, hacen de las suyas. Hay
quienes buscan el olvido en el alcohol y otras drogas, mas a mí no me ha dado por
ellas; solo me hubiera faltado eso. Tampoco por fundir el sueldo en amores
pasajeros.
Qué envidia me dan esas
parejas que tras más de cincuenta años de ¿convivencia? siguen tan unidas como
el primer día. ¿O solo son apariencias? Sin duda no todo lo que reluce es oro,
aunque no hay que ponerlo en duda o cuarentena. Todavía veo llorar a mi madre
cuando visitamos la tumba de mi padre. Sesenta y cinco años juntos. Nunca les
vi una trifulca como las que me toca sufrir en la actualidad, pero sin duda
había un polo con más tirón. Hay que tener poca imaginación para no saber cuál
era.
Otras borrascas pasajeras
fueron eso, borrascas pasajeras que si bien en su momento tuvieron un
significado, desaparecieron bien por falta de interés o sobra de cobardía. Hoy,
ya en el umbral del comienzo del fin, no me siento con fuerza ni interés en
revivir o dar vida a sentimientos viejos o nuevos. Ese que tanto me ha hecho
suspirar sin motivo, no lograría dar vida a una nueva situación; ha caído
demasiado óxido en sus goznes. Hasta las estrellas pierden el brillo y mueren. Y
ésta nunca logró que acabara un solitario. Mi yo consciente y el inconsciente
–ese kabrón, tiene mucho que hacerse perdonar- solo desean pasar página cuanto
antes, sin traumas excesivos. Prolongar el suplicio, es una kabronada sin
sentido.
Escucho en el ordenata,
ahora mientras escribo, muchas canciones de mis tiempos jóvenes, entre ellas
alguna de Adamo. Un mechón de tu cabello
me trae recuerdos de la pelirroja; Mis
manos en tu cintura y Tu nombre, amor irredento. Se dijo que el cantante le
dedicaba las canciones a la princesa Paola de Lieja, que sería reina de
Bélgica, presuntamente enamorado de ella. Y digo yo ¿Acaso uno no puede
enamorarse de amores imposibles, irredentos y que te amargarán la vida? Sí,
pero cada día es más difícil pues corres el riesgo de que por amar a una mujer
te llamen machista.
Otro día continuaremos.
Y si suena, sueña
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