Y así ¿cómo piensan que las generaciones futuras pueden acometer con unas mínimas garantías de éxito las vicisitudes y contradicciones que llegado el momento, se han de encontrar en los procelosos senderos o veredas, casi siempre embarradas o llenas de arenas movedizas, de la vida?
¿Cómo iba yo a pensar que
llegado a esta encrucijada vital se me plantearían estas posiciones de cero o
uno, como en una interminable sucesión de dígitos binarios que en sí mismos son
incapaces de decir nada pero que sin duda son susceptibles de callar mucho más
de lo que cualquier mortal puede comprender?
¡Qué carrusel tan inconsistente!
Gira, gira y gira. Te encuentras atado a un artilugio que te transporta
haciendo que tú permanezcas estático mientras todo lo demás gira en torno tuyo,
en ocasiones a velocidad de vértigo, lo cual impide que puedas identificar
cualquier cosa, persona u objeto que se halle en ese circuito confundido de
imágenes y ruidos que eres incapaz de reconocer.
No controlas ni percibes
actitudes que pudieran ser adversas hasta que de pronto un gesto, una palabra o
un desplante, te hacen ver la realidad, Tú, incrédulo, no puedes asimilar ese
cambio del que desconoces el motivo. ¿A fin de qué viene esto ahora? Que yo
sepa, no he realizado ningún gesto incorrecto para esa reacción.
Y te pones a pensar, y
hallas un hipotético resultado que no sabes si atribuir a la relación
trigonométrica de los catetos y la hipotenusa o quizá a una ecuación de segundo
grado, donde b sea incompatible con a, debido a la relación, irreconciliable,
entre las incógnitas de la misma. Tal vez la x, harta de ser el comodín que
para todo sirve, se haya hartado o dado un puntapié y el signo de la raíz
cuadrada quede patas arriba e inservible. Quizá todo sea más sencillo: una de
primer grado con relación de los términos entre sí, sin darte cuenta te ha
arrastrado a esa encrucijada. Tal vez tú seas parte del problema y la solución.
Otro día continuamos.
Y si suena, sueña
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