Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 10 de septiembre de 2019

VENDO LA CASA


¿Y para qué quiero la casa vendada? Ese es el comentario que en alguna ocasión he leído a un anuncio de venta de cualquier cosa (aunque es más que posible que tal cosa exista). Y la verdad es que el asunto no tiene ninguna gracia, maldita la gracia. Cuando inicias los pasos tendentes a comprarla, las dudas te abruman en todos los sentidos. Lo primero que piensas es, en si te estafarán. ¿Me darán gato por liebre? ¿Me venderán humo que encima pagaré a precio de oro y además tardaré media vida en amortizar?


Empiezas por mirar los anuncios particulares de los cuales, por principio, no te fías, crees que es más fácil te la pegue un particular al que no conoces de nada. Así que optas por contactar con alguna agencia inmobiliaria, por supuesto con los mismos temores que si de un particular se tratara. Al fin y al cabo, estos son mercenarios comisionistas que tratarán de meterte cualquier cosa por los ojos y que piques como un mosquito hambriento (y de paso si pueden dejarte fuera de juego).

¿Y para que necesito yo una segunda vivienda? Pues mira, porque ya me cuesta esfuerzo montar y desmontar la tienda de campaña, que he de hacer solo pues nadie me ayuda. Oye y para invertir, cosa que nunca se cansará de repetir la santa, menos cuando el asunto se pone peliagudo tras arduas discusiones sobre cualquier otro tema; entonces sacará a relucir el propósito de la compra, con muy mala folla, y olvidará su parte alícuota de metedura de pata (ESPO). En su particular opinión.

Ala, tras visitar varias casas, nuevas y viejas –de segunda mano- de las cuales piden el oro y el moro, liándote la manta a la cabeza decides cargar con una que te han enseñado. Cuando ya en el banco, intentas dejar una señal, te dice el fulano de la agencia que no han podido contactar con el dueño. ¡Hay que joderse, ahora que nos habíamos decidido! Pues nada, de vuelta pa casa que se ha hecho tarde. Cuando estamos a medio camino, el agente inmobiliario nos llama y dice que la casa que nos había tratado de vender, la ha vendido el dueño ese fin de semana. Tócate los webs.

La espedregadera que recibe el vendedor, hace que se empeñe en vendernos la moto, en este caso otra casa. Me convence y volvemos en otro fin de semana. Al final, nos quedamos con un pareado adosado, de nueva construcción. Y comienzan los trabajos de adaptación, y la inversión que conlleva. Poco a poco vas invirtiendo tiempo, dinero y trabajo, que como todavía eres joven, eso crees, no se te hace cuesta arriba. A todo esto, has de asumir que tu casa es como la de Bernarda Alba, pues entra quien quiere y tienes que admitir más gastos y trabajos intentando que la seguridad sea mínima. (Bien entendido que esas ratas trepadoras, si quieren entrar, entran).

Pero los años no pasan en balde. La salud se resquebraja, y las ganas de trabajar te abandonan. La ilusión, camina pareja. La santa, la pisa —la vive— veinte días en los cuales solo aspira a joderte la vida con la limpieza y a pasar tres horas diarias tomando el sol en la playa, como los cocodrilos. El sol y tú dejáis de llevaros bien, y el agua, hace bueno el refrán de que “de los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga”. Entonces consideras que el tema ha ido demasiado lejos y que es hora de tomar las de Villadiego.

Y vuelta a las andadas. Vuelves a caer en manos de las inmobiliarias con la particularidad de que la misma persona que te sacó las perras en la compra, volverá a llevárselo crudo con la venta (si se realiza). Que si tienes el CEE, La cédula de habitabilidad, y espera, que todavía se sacarán algún otro papel con tal de joderte la vida y la pasta. Porque ambos certificados son solo eso, maneras de sacarte el dinero, que hay muchos chupópteros a los que alimentar. Y espera, que si consigues vender, vendrán después ayuntamiento y hacienda, a requisar los beneficios, si los ha habido, aunque no te hayan ayudado a pagar ni un céntimo.



SE LO LLEVAN CRUDO

Hoy ha venido la chica de la inmobiliaria, la misma que me vendió la moto, digo la casa. Y he descubierto, cándido de mí, el pastón que se llevó con la operación. Tal deducción, la obtengo de la pasta que pretende llevarse de mi casa si consigue venderla. Un cinco por ciento más IVA con lo cual, o vendo a pérdidas o habré de comerme el pareado con patatas. Ese precio no lo pagaría yo ni harto vino ¿cómo puedo aspirar que haya alguien que pague lo que pido incrementado con ese dineral? Decididamente, no venderé la casa.

Y otra conclusión: si la casa continuara vendiéndose, alcanzaría una cifra astronómica pues con ese 5% más IVA, sobre las sucesivas ventas, pondrían por las nubes el inmueble. Quizá habría que amarrarlo con cables para evitarlo. Ese incremento es lo que yo aspiro a sacar para cubrir gastos. Menos, sería vender a pérdidas.

Y hablando de otra cosa, desde que vine el lunes, carezco de la señal de internet a pesar de mis múltiples llamadas y mensajes por wasap. Esta gente no tiene vergüenza; igual son independentistas antes que profesionales y como soy español, pues te jodes y te aguantas. Cuando vuelva a tener señal, donde sea, recurriré a la UCA para ponerles una reclamación.



NO ES NAVIDAD

Pero he vuelto a casa. Salí el día la Virgen a comprar y a buscar señal wifi para revisar el correo y casi sufro un trauma con el coche. Aparqué frente a la terraza de un bar donde tenían señal de wifi; los nervios como escarpias al ver aparcar al lado otros coches que rozaron al mío (sin averiarlo). Me levanté y di un traspiés que casi voy al suelo; mis pernas se niegan a responder adecuadamente. Presa de gran agitación, los motivos se me acumulan, decidí que no aguantaba más y al otro día me marchaba, como así hice.

En el camino, el mamón de la tienda de internet, me envió un wasap lamentando mi enfado y su no atención a mi reclamación de falta de señal. Ya en casa, por la tarde, el técnico de la cosa me jodió la siesta llamándome por teléfono. Que mire usted que voy de culo… No se moleste, ya me he marchado, no estoy y no sé cuándo volveré. Le advierto que la señal, en mi opinión, es un sabotaje que los hijos de la gran puta de los vecinos han hecho en la antena receptora. El mástil de la antena de TV, común, sostiene a su vez mi antena del wifi y la suya. Con una particularidad: El acceso a la terraza desde su casa, no tiene problemas, desde la mía, es más complicado o peligroso, al menos para mí. De no ser así, ya habría subido. Pero me juego los huevos del macarra de al lado, que ha manipulado la antena y por eso no hay señal.

Y aunque ahora no toque, en la anterior visita, me encontré al cornudo del ¿ex marido? de la zorra plateá. El tío, con dos cojones, me preguntó como estaba, cuando mientras vivía en la casa de al lado, no me hablaba y tomaron la decisión que originó el cabreo correspondiente –todavía dura- de los otros vecinos y mío. Iba en el coche con otra mujer, -no perdió el tiempo tampoco desde que la suya le puso los cuernos y lo echó de casa- lo cual me retuvo de cantarle las verdades del barquero. Me conformé con decirle que no se lo iba a decir cuando el cuerpo lo que me pedía era haberle contestado: «Hasta los cojones, y todo por tu culpa, cabrón».  Mohíno, dijo, «Ya, la procesión va por dentro». Debería referirse a la suya.



EL CEE Y LA CH

A través de internet, contacté con una web donde había una serie de señores que realizaban estos documentos previa visita a la casa y el pago correspondiente. Sacaperras para alimentar políticos ladrones y vagos. Como para el segundo certificado era necesario que tuviera la titulación de arquitecto, el mismo profesional me realizó los dos. Tomó medidas de todas las habitaciones y espacios de la casa. Era un tipo tratable y al final, hasta le regalé mi último libro: “HUELLAS”. Ayer me remitió por correo el CEE, ambos documentos son imprescindibles para poder vender, el CH tardará más.

Como no podía ser menos, encontró al libro interesante por su contenido intimista. Bueno, al menos me he garantizado un lector, pero no un comprador.

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