Al perro flaco, todo son
pulgas. Lo que en un principio funcionaba a las mil maravillas, pronto empezó a
torcerse fruto de las envidias y la avaricia de algunos funestos
chiquiliquatres. Envidiosos del éxito que nuestros amigos, el ogro Rufo y su
compañero Draco, cosechaban con los visitantes del castillo, no tardaron en
idear la manera de despojarles del trabajo/entretenimiento/espectáculo que
hasta ese momento exhibían para pasatiempo y solaz de chicos y grandes.