¿Y
para qué quiero la casa vendada? Ese es el comentario que en alguna ocasión he
leído a un anuncio de venta de cualquier cosa (aunque es más que posible que
tal cosa exista). Y la verdad es que el asunto no tiene ninguna gracia, maldita
la gracia. Cuando inicias los pasos tendentes a comprarla, las dudas te abruman
en todos los sentidos. Lo primero que piensas es, en si te estafarán. ¿Me darán
gato por liebre? ¿Me venderán humo que encima pagaré a precio de oro y además
tardaré media vida en amortizar?