Salgo con Laika a hacer la salida
de rutina antes de encerrarnos dentro del caparazón, como los caracoles, bajo
treinta y tres llaves y cuarenta candados de tenerlos. (Los cuernos ya estaban
puestos previamente a buen resguardo). La noche está serena, estrellada, solo
perturbada por un viento al cual le falta poco para denominarlo como airazo y
la iluminación de la torre de la iglesia que borra las estrellas con su
contaminación lumínica.