Las virtudes o defectos de las personas que conocí y
merecerían no un microrrelato sino una biografía, no caben en 150 palabras,
quizá sobraran casi todas. Madres, esposas, hermanas y hombres de una forma más
invisible, entregaron sus vidas a sus seres queridos cuando la enfermedad
física o mental se cebó en ellos. Poca poesía encontraríamos en sus ajetreadas
vidas, dedicadas a labores más sublimes, pero sí mucha entrega sin esperar nada
a cambio. A mi mente acuden y no puedo encontrar argumentos para perdonar a la
Vida de la dureza con la que las trató.
Si tuviera que relatar la existencia de la mujer que desde
el momento mismo que tomó la decisión de unirse a su marido comenzó su
martirio, o recordar a quien entregó su vida a su hermano, inválido total,
recibiendo a cambio el maldito Parkinson que la fulminó una tarde, solo sería
para hacerles justicia.
19.01.2016