Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 26 de marzo de 2020

MIEDO

No hay duda de que la epidemia del virus incontrolado que nos invade y asola, ha trastocado nuestras vidas. Ha hecho que todos los ciudadanos, excepto los que prestan servicios esenciales a la comunidad como sanitarios, fuerzas de seguridad y militares, transportistas, vendedores, etc., nos hayamos quedado confinados en nuestras casas. Aquí, como el miedo es libre, cada uno sufrimos las secuelas, ficticias o no, del virus. Las venideras, serán tremendas para la sociedad.

Atravesamos momentos de desánimo y nos escudriñamos a ver si ese carraspeo, esa tos o ese estornudo, son indicios racionales, o irracionales, de contagio. Estamos cayendo en la paranoia y ya no nos rascamos con la mano si nos pica; tocamos el ascensor de las formas más inverosímiles con tal de no hacerlo directamente con las manos y luego ponemos la ropa a airear en la galería porque pensamos que los bichitos pueden estar allí camuflados esperando el momento ideal para invadirnos.

Ya no salimos de casa sin el tapamorros; unos, previsores, invadieron las farmacias y lugares de venta y acapararon con todo cuanto pudieron sin pensar en los demás: mascarillas, desinfectante, papel del culo ¿para qué esas ingentes cantidades de rollos si la diarrea que los asaltaba era mental? Otros, que no fuimos egoístas aunque sí bastante tontos, nos las apañamos con la mascarilla artesana que casi como dios nos da a entender, nos fabricamos.

El concierto de aplausos a las ocho de la noche, al menos a mí, me encoge el espíritu y la emoción me embarga. Escuchamos "Resistiré" y renovamos con más ímpetu la ovación. Hoy ha pasado por mi calle una patrulla de la policía local y los aplausos han arreciado. Solo algunos rebeldes indisciplinados, rompen las barreras impuestas para la contención del desastre. A todos nos jode la cuarentena o cincuentena, pero es la única manera de protegernos los unos a/de los otros.

De cualquier forma, esto se fue de las manos por falta de previsión. En una residencia de la tercera edad de mi tierra, una médico que acudió a suplir a otra, propagó la enfermedad y al menos que yo sepa, ha habido un muerto y varios infectados. Había estado en Italia. Si cuando se declaró la epidemia en Italia, hubieran cerrado la frontera y TODOS cuantos volvían de ese país -impidiendo viajar desde aquí- hubieran quedado confinados en cuarentena, seguramente la epidemia no hubiera alcanzado las proporciones actuales. Aunque ello no hubiera impedido que de una u otra forma, la contaminación se hubiera extendido como al resto de países.

Y los chinos, fueron muy negligentes: hubo médicos que advirtieron del virus y su peligrosidad, pero los políticos, esos parásitos inútiles que succionan la savia de las naciones, lo castigaron y reprimieron; al final, murió por el virus y ellos siguen haciendo de las suyas.

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