Motivado por las condiciones de un concurso que exige que la participación sea en forma de ensayo, literario claro, busco en mister google la definición del susodicho ensayo y me percato con extrema sorpresa que yo, a lo largo de mi vida, no he hecho otra cosa que ensayar. Nada de prueba error, no, llegaba al error sin haber empezado la prueba.
Todo el contenido de este blog, es un ensayo para intentar dejar patentes mis presunciones, realidades, filias y fobias. Cuántos han venido al mundo por error de dos jóvenes que se dejaron llevar por los instintos, aunque casi siempre que eso ocurre, para quitarle importancia le llamemos amor, sin estar exentos de él. Ya sé que lo siguiente es mezclar las churras con las merinas además de irreverente: mi perrita Laika, lleva unos días en celo. Nada que no ocurra bajo el cielo hace millones de años. Pero mientras en época normal, no les deja a los perros que le huelan el trasero, a lo que tan dados son los cánidos, ahora los busca y de forma descarada les pone en los morros la susodicha parte de su cuerpo con verdadero deleite. Como es natural, debo vigilarla para que las cosas no pasen a mayores. La quiero virgen y mártir. Eso no es amor, es instinto, el amor lo tiene por mí cuando llora si la dejo en casa.
Ensayo fue, cuando con nuestra mejor amiga practicábamos en solitario instintivamente algo que sin saber lo que era, hallábamos cierto goce en ello. Según despertaba ese instinto, ensayábamos con lo que en ese momento nos pillaba más a mano. Hablando con un colega de trabajo, confesaba que un día un tío suyo pilló a su hijo y a él, intentando beneficiarse a una mula. Y como dijo aquél santo, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y no era amor, simple ensayo de prueba y error, el que se produjo al ser tan incautos de no prever que su padre/tío, podía pillarlos in fraganti. Y alguno tendrá algún muerto en el armario en forma de experiencia que no le gustará recordar, aunque en aquel momento la curiosidad le empujara a descubrir lo oculto.
Ensayábamos a ser veteranos sin serlo ni saber lo que hacíamos, cuando con algún miembro de nuestra edad jugábamos a ser mayores. Sin maldad pues todavía éramos, imberbes y faltos de práctica. Eso tampoco era amor, simplemente explorábamos las futuras experiencias aunque estuvieran tan lejanas como la luna. Sí, teníamos nuestra chica de la mochila azul, aunque esta no nos prodigara más que desdenes y cortes de inspiración. Como cantaba Atahualpa Yupanqui: "las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas".
Cuando ya éramos un peligro andante, esos ensayos desaparecieron y solo conservamos a nuestra inseparable amiga. Y como no se trata de un exhaustivo florilegio de hazañas y pajas mentales, finalizaré recordando una canción que cantaba una moza dando vueltas encima del trillo, cual alondra cautiva en una jaula de oro: "Comeremos tristes y amargados, creceremos triste y sin amor, comeremos tristes y amargados porque la niña de al lado, dijo que no".
Y así, de derrota en derrota, hemos llegado a la derrota final. El ensayo, es irrepetible.
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