Ummmmm, nada nuevo bajo la bóveda celeste; el mundo sigue
estando lleno de hijos de puta y sin
embargo estamos pendientes de ellos, lo que hacen, lo que dicen, lo que nos
hacen o dejan de hacer. Dicen que París bien vale una misa. Comprendo y asumo
que la Navidad puede ser una época no recomendable para mentes sensibles; que
asumir desde nuestra perspectiva humana, muchos de los planteamientos que otros
humanos han creado para sí mismos nos cause repudio -mi criterio personal, que
no tiene criterio, es que el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza y no al
revés- pero ¿no es divagar también el crear un escrito lleno de fantasías y
personajes que tampoco han existido, excepto en nuestra mente exacerbada o
calenturienta a veces? Amigos, se puede y se debe participar, siempre que las
circunstancias no lo impidan, aunque nada más sea para contar las veces que
nuestros zapatos aparecieron tan vacíos como la noche anterior al dejarlos. Y
nuestra ilusión, desparramada por el éter celestial.
Mi participación podría haber sido otra, experiencias y
melancolías en esos días fueron muchas, por lo cual llenar esas 750 palabras
hubiera sido facilísimo, pero he echado mano a mi hemeroteca particular para
contar un sentimiento añejo.
El siguiente relato, es el producto de mis desvelos para
participar en un concurso. El otro, sí, fue premiado. Quiero expresar un
homenaje, como entonces, a todos los millones de seres humanos que son víctimas
de los modernos Herodes que, sin corazón y solo guiados por el rencor, el odio
y sus intereses, no les importa convertir las naciones en gulags, campos de
exterminio y muerte.
“Aquella noche,
decían que era Nochebuena. El niño no entendía por qué esa noche iba a ser
diferente cuando todas las noches, y los días, eran más bien un infierno. Unido
al horror de la destrucción sistemática usando la coartada de la autodefensa,
se estaba produciendo el enfrentamiento de la propia gente separada en
facciones irreconciliables. Con nefastas consecuencias para la población que
sufría hambre y miseria.
Él, desconocía las
formas y los medios que en otras partes del mundo la población infantil
disponía para su disfrute. No sabía el significado de la palabra juguete. Para
ese menester utilizaba, junto con sus amigos, cascotes de metralla o munición
sin explotar que de vez en cuando se cobraba su tributo en la vida de alguno de
aquellos infantes inocentes y desgraciados.
Ya, en alguna
ocasión, habían hecho alguna correría contra "el enemigo". En su
inconsciencia, habían empleado los temibles proyectiles ya utilizados por David
contra Goliat. Quizá por eso, sabedores de los devastadores efectos de esa
munición, "los invasores" portadores de la ignominia, se empleaban
sin piedad en la erradicación de tan peligrosos atacantes.
Le habían contado,
que una estrella guiaba hasta su pueblo a unos reyes magos que buscaban a un Niño
para adorarle. Esto le hacía pensar sino serían los invasores enviados del
moderno Herodes, que según el relato, mandó ejecutar a todos los niños del
pueblo. Dados los desproporcionados medios empleados y la falta de piedad
demostrada, poco parecía haber avanzado el mundo desde entonces, pues la
historia se repetía a diario por todo el orbe.
A través de la
ventana sin cristales de lo que había sido su casa, pudo ver una enorme
estrella que, con brillo diáfano, iluminaba todo el entorno. ¡¡"El cielo
se hunde"!! Creyó. Aunque a continuación pensó ¿"Los Reyes
Magos"?. Sin dudarlo, salió corriendo por entre los escombros para
apreciar mejor el acontecimiento. ¿"Dónde están los reyes"? se
preguntó. Se volvió y a la luz de "la estrella" pudo ver al monstruo acorazado
y agazapado que giraba hacia él. Un destello inesperado le deslumbró y aturdió.
Cuando se recuperó del susto, encontró a su lado a otro niño que irradiando luz
y paz le sonreía; y que dándole la bienvenida y ofreciéndole su mano, le
invitaba a seguirle.
Y entonces
comprendió porqué, a aquella noche, le llamaban Nochebuena. 20.12.2017.”
En la
carpintería de Nazaret, José el maestro carpintero, le pide al niño aprendiz
que recoja las virutas del suelo. Pero hay un ratoncillo en un rincón que mira respetuosamente
al rapaz y le dice: “Déjame algunas virutillas para poder hacer un lecho donde
abrigar a mis hijos que están a punto de nacer”. Y el Niño le convierte un
puñado de virutillas en queso gruyere y requesón. “Pero no se lo digas a nadie
¿eh?”.
Desde Zaragoza, España, que el nuevo año os sea propicio y sin
sobresaltos.
PD.- Esta ha sido la/mi participación en CL de este mes. A pesar de estar estos dos relatos ya editados en el blog, consideré que tenían plena vigencia para participar sobre todo viendo los reparos que muchos escribidores aducían para hacerlo. Al final conseguimos aumentar la participación respecto al mes pasado.
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