Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 20 de febrero de 2020

AMAZON, CUMFRAUDE

En este momento, respecto de Amazon, tengo opiniones encontradas. Reconozco sin ambages que sin su colaboración, ayuda o concierto me hubiera sido imposible imprimir en un libro -en varios- todas las paridas que a lo largo de los años he ido plasmando en el blog y otras que no lo han sido. Por esa parte todo son salmos laudatorios.

Pero mi opinión experimentó un giro copernicano cuando se me ocurrió teclear mi nombre en el buscador. Aparecieron una serie de webs que ofrecían mis textos pirateados y por el morro. Con lo fácil que les hubiera resultado entrar a leer el blog. Pues eso me cabreó. Los muy hijos de puta no tienen manera de contactar con ellos, solo la dirección del sitio y los contenidos para descargar, en e-book, lectura directa o PDF. Incluso libros, pero no a través de Amazon, lo que me hizo sospechar que son ellos mismos quienes los venden con otra marca y así se ahorran las regalías, como les llaman.

He intentado ponerme en contacto con Amazon, casi imposible; lo tienen montado de forma que te metes en un laberinto de imposible salida. No en vano este tipo, el dueño, se ha hecho multimultimillonario. Es bien sabido que trabajando nadie se hace rico. Me he puesto en contacto con un escritor con varios títulos a la venta y su reacción cuando se dio cuenta de que le pasaba lo mismo cogió una pataleta y recurrió a CEDRO, pero que hoy, ya se la suda porque se ha dado cuenta que es imposible poner puertas al campo.

De no tener una editorial detrás que vigile sus derechos, y puede que ni así, no hay manera de acotar el terreno de la privacidad. Y una cosa es la natural postura de la gente a no pagar, y otra que haya  delincuentes que se lucran del trabajo ajeno. Nadie piratearía si no hubiera corsarios dispuestos al latrocinio de los derechos ajenos. Al fin y al cabo, plagiadores sin escrúpulos que medran a costa del esfuerzo de los demás.