Ayer rescaté del sueño de los justos una fotografía tomada hace 40 años en la cual aparecen mis abuelos, mi madre, mi mujer y mis hijas. Una profunda melancolía me invade. La he puesto como fondo de escritorio, con lo cual se ve muy amplificada y a mi madre no la reconozco. En cambio a mis hijas, las tengo grabadas en el alma y no se me despistan. Pero viendo a mi mujer, la veo tan joven y tan bonita, que volvería a enamorarme de ella. Y eso que ya habían pasado nueve años o más desde que la conocí. Y cómo cambiamos las personas; decir incluido yo es una falacia, yo más que nadie. Me he convertido en un viejo cagón, gracia que debo a la EM, y la santa en una magdalena que siempre está quejándose porque le duele todo, en primer lugar la fractura de tibia y peroné que sufrió al caerse de una banqueta cuando trabajaba con una cortina.
¡¡Pero qué bonita era!! Espero que el ladrón de sueños, me la devuelva tal cual fue; sin dudar la amaría hasta perder el sentido. Ahora me doy cuenta de que lo que el tiempo desdibuja y los sentimientos ocultan, las viejas fotos nos recuerdan aquello que fuimos, amamos u olvidamos. Bla,bla,bla...