Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 11 de marzo de 2020

SOBRAS


Concurso

Hola, no se si será esta la forma correcta de participar, pero me hizo gracia cuando leí la convocatoria en el digital 20 minutos, porque en mi casa, no se tira nada. Lo que sobra, porque se ha hecho de más, sirve para otro día. Si algo sobra, es pan, que además de rallado para rebozar escalopas o croquetas, sirve para las dos recetas que envío.
 
A veces nos sobra caviar, pero ese día invitamos a los vecinos. salu2

MIGAS



Receta de la abuela. Hace más de cincuenta años, trabajé en un restaurante de Zaragoza que se llamaba Bodega Aragonesa, situado en una bocacalle de San Vicente de Paul. Era familiar y, cómo no, tenían una abuelica que se dedicaba a cortar el pan para hacer migas. Además, ellos mismos fabricaban la longaniza al estilo de su tierra, eran de Calamocha, que asaban al horno y servían juntamente con las migas.

La abuela cortaba las rebanadas de pan a mano y luego las humedecía con unas gotas de agua dejando el pan preparado, tapado con una servilleta, listo para ser usado al día siguiente.

Asada la longaniza, con la grasa que había desprendido, se ponía en la sartén el equivalente a las raciones que se iban a servir, una cucharada sopera por ración, —no conviene que salgan muy engrasadas—, siempre al momento pues el cliente debía esperar.

Una vez la grasa caliente, se le añadía ajo picado en el mortero, como un cuarto de cucharilla de café y unos tacos finos de jamón. Sin dorar el ajo, para que no quedara crudo; se añadía el pan y a dar vueltas hasta que las migas quedaban a punto. Unos polvos de pimentón, añadían color y sabor. Servir en cazuela de barro con la longaniza como complemento.

Como anécdota, era el día de Viernes Santo y tuve que atravesar la procesión del día para llegar. Al ver pedir migas con longaniza, mi escándalo fue mayúsculo; yo había entrado en la ciudad pero todavía la ciudad no había entrado en mí.



 SOPAS DE AJO



En mi pueblo, en la serranía turolense, en muchas familias se cenaba e incluso desayunaba un perol de sopas de ajo. Posiblemente este sea el plato con más variantes, casi tantas como comensales. Por ese motivo, yo apunto a unas sopas de ajo con hígado de cerdo. Al invierno con la matanza del cochino, se consumían hasta que el hígado se acababa. En mi casa no se hacían fardeles, lo cual permitía alargar el empleo de las sopas de hígado. Eran y son, sopas sencillas, para calentar el estómago y matar el hambre. La misma preparación que la sopa de ajo, pero con el añadido del hígado.

En un perol de tierra colorada, no cerámica turolense, cortamos rebanadas de pan viejo, de sobrantes, no del día. Cantidad, depende del gusto del comensal, lo normal es que no sean solo agua ni un empaste de pan. Cortamos unas lajas de ajo crudo y las echamos encima del pan —si no queremos el ajo, al comer lo apartamos—, una chorrada de aceite virgen de oliva.

En una cazuela, ponemos a hervir agua en la cantidad necesaria; le ponemos sal y cuando el agua hierve, añadimos la cantidad de hígado suficiente para la ración a servir. A mí me gusta cargar, pero no debe ser excesiva y no nos quepa en el perol. No hay que hervir demasiado al hígado pues se endurece. Si es en filete con cuatro o cinco minutos sobra.

Sacamos el hígado y en el mortero lo aplastamos, sin llegar a hacerlo paté, volcamos al perol y rellenamos este con el caldo de hervirlo hasta rebosar el perol. Removemos con la cuchara y cuando se haya enfriado suficiente, a comer.

¡Cuánta hambre mató un perolico de sopas en los fríos inviernos turolenses! Mi padre no toleraba el ajo, pero en las costillas de cordero asadas, se lo comía crudo.

¿Te atreves?
https://www.msn.com/es-es/estilo/lifestylegeneral/la-universidad-de-zaragoza-convoca-un-concurso-de-recetas-de-cocina-contra-el-desperdicio-alimentario/ar-BB10Mrnx?ocid=spartandhp