Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 12 de octubre de 2020

EL PILAR. OFRENDA VIRTUAL

 

Hoy, día del Pilar, contemplo junto a mi madre desde el salón de mi casa, la retransmisión de la Misa desde la Catedral de el Pilar de Zaragoza. Parece una obviedad ya que solo existe una en todo el mundo a pesar de ser la Virgen del Pilar la que más altares tiene, el resaltarlo.

He tenido la emoción a flor de garganta y ojos pues no en vano, a pesar de que normalmente la razón se impone al corazón, eso es lo que mamamos y yo fui un entusiasta escuchante y cantor de las misas en latín durante mi permanencia en el pueblo. Todavía recuerdo la letra y la música de aquellas misas de los días grandes. Me parecen a una distancia sideral de las de hoy en día.

Me ha llamado la atención el oficiante, un obispo que no era el arzobispo titular que según parece ha sido nombrado recientemente. Pequeñico y chaparrudo, como Marianico, el Corto, pero con una voz potente y que sabía cantar sin desentonar lo más mínimo de los infanticos.

El otro día me envió mi consuegro el gallego, un vídeo wasap en el cual alguien se ha tomado la molestia de enumerar las tragedias y catástrofes que han asolado a la humanidad desde 1900. Todas las generaciones han tenido la suyas y algunas varias. En España, desde la guerra civil, que ya tuvo su repercusión en cuanto a víctimas generadas por unos militares traidores y criminales, seguida de una posguerra no menos criminal, en cuanto a salud, habíamos capeado el temporal a la vez que el hambre.

Las generaciones entre las cuales podemos incluir a la de mis padres, que les pilló siendo niños o adolescentes, la mía y la de mis hijas y también mi nieta niña, no habíamos sufrido una catástrofe como la actual. Es lo que me ha hecho tener el llanto a flor de ojos, unido a la emoción de la ceremonia y los recuerdos. Unas pandemia, epidemia o lo que sea, que nos ha partido emocionalmente la vida y a algunos miles, entre los que se encuentra mi tía, residente en una residencia de ancianos a los que no supieron mantener a salvo, que la perdieron por culpa del maldito coronavirus y a nosotros nos hace permanecer acojonados, por nosotros y nuestras madres, temiendo que una simple visita las contamine y nos contamine, con el riesgo potencial de perecer.

Mi recuerdo también para M.ª Asunción, prima hermana y amiga, que lleva más de dos meses en la UCI.

Me siento orgulloso de ser aragonés, de raíces centenarias. De haber nacido en Aragón.