Esta mañana, cuando he sacado a pasear a miss Laika, o ella me ha hecho salir a mi que no lo tengo claro, he pensado que al volver a casa escribiría un post con este título incluyendo en el cuanto hubiera escuchado u observado. Pero como de buenas intenciones está el infierno lleno, ha transcurrido el día sin que tal acción fuera llevada a cabo.
En todo caso, como la intención es lo que prevalece, ampliaré el escrutinio e incluiré el día entero aunque para ello haya de introducir algún gazapo trufado de mentirijilla. Algo ha llamado mi atención nada más salir a la puerta del jardín, pero ahora no logro recordar que ha sido. Ya antes, al bajar en el ascensor, he echado en falta la limpieza del mismo lo cual he comentado a un mesie que estaba listo para pasar la máquina abrillantadora por el suelo. Últimamente, la limpieza deja mucho que desear. Una cosa curiosa: podemos librarnos de la empresa concesionaria de la limpieza del edificio pero no de los empleados, con lo cual ¿de que coño nos sirve cambiar de empresa si debemos subrogarnos a l@s limpiador@s que son quienes hacen mal su trabajo? Mando huevos.
El primer encuentro con una persona conocida ha sido con un leonés que vive en la otra plaza. Ya volvía.
-Hoy habéis madrugado más que nosotros (eran las diez y media).
Cómo no, la conversación ha derivado en lo que hoy es la mayor preocupación de los nacidos antes del 50 del siglo pasado; o sea, setenta para arriba (lo cual no quiere decir que quienes nacieron con posterioridad no sientan la misma ansiedad o mayor que los setentones y más). Hasta hoy, el gobierno autonómico, había permitido que los nacidos hasta el 50 incluido, se autocitaran para la vacuna del coronavirus.
Todas las conversaciones que he escuchado tanto en la mañana como por la tarde, giraban indefectiblemente sobre este tema. La gente mayor, nos estamos agarrando como a un clavo ardiendo a la tabla salvadora que supone la vacuna. Es un soplo de esperanza tras un año de zozobra y delirio. Sin duda las vacunas comienzan a surtir efecto: las residencias de ancianos han pasado de ser una auténtica carnicería -sobre todo en la comunidad de Madrid, donde una cuadrilla de delincuentes dejó morir a miles de personas en la mayor indefensión e impunidad- a vivir, tras la inmunización de los residentes, con tranquilidad y sin temor a los contagios mortales.
Los recuerdos de la mañana se han difuminado pero los de la tarde, más cercanos, han seguido el mismo camino. Ahora me viene a la memoria ese episodio no recordado de la mañana. Hay una señora, todavía de buen ver aunque a mí no me dice nada, que tiene una chihuahua pequeñita, pelo gris, y que viene gozosa cuando le digo algo. Son mi debilidad tardíamente hallada. También el atronador sonido que, cual moscardón indeseado, nos ha brindado un helicóptero que pululaba por encima del barrio. Algún politicastro que habrá venido a joder la marrana, porque a nada bueno, seguro que no.
Nos sentamos en algún banco a descansar y ver pasar a la gente. Laika se pone entre mis piernas y observa en tanto yo me recreo al ver pasar gentes de todas las edades y composturas. Unas señoras están hablando y escucho que una dice: "....mi padre lloró más cuando se murió el pero que cuando...." Ahora, con la llegada de la primavera, se ven adolescentes y no tanto, con cuerpos de diosa pero para compensar, cada vez se ven más personas obesas e incluso con un grado superior. Es una lástima porque eso ya es una enfermedad contra la que debe ser muy difícil luchar. Aunque algunas parece ser que están muy ufanas al ver la ostentación que hacen de ello.
Y por supuesto de lo que no quiero hablar, pues no lo hago; el cunill se ha quedado en la chistera. Recuerdo aquello que diu:"No rompas el silencio, si no eres capaz de mejorarlo". Amén.
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