Cuando una situación o una idea te resultan molestas e inaceptables, al menos de entrada, sin valorar sus consecuencias o su generación, solo tienes que echar una mirada alrededor y comprobar si hay alguien que denosta furibundamente sobre ella llegando al insulto más soez o la amenaza más truculenta y sórdida. Algo así como los amigos de mis enemigos, son mis enemigos. Y entonces cambias radicalmente de parecer aunque no te resulte fácil admitirlo.
Estas disquisiciones las aplico en el caso de los indultos a los presos catalanes juzgados por el "procés". Así de entrada, sopesando el motivo por el cual fueron juzgados y enjaulados y viendo el grado, nulo, de arrepentimiento que proclaman, la idea me causa repelús. Abocaron a la sociedad catalana, e incluso a la española, a una situación límite. Es inaceptable que se margine a más de la mitad de la población por el hecho de no ser independentista. Es intolerable que se usen los impuestos de todos con fines espurios al servicio de los gobernantes-caciques de turno. Es inadmisible que roben los fondos comunes y se vayan de rositas en tanto el robagallinas que hurta para comer, se pudra en la cárcel, quizá merecidamente.
Luego levanto la vista de mi ombligo y aguzo el oído, y sin renunciar a esos principios que yo creía pétreos e inmutables, cambio de opinión y admito que sí, que Cataluña y España se merecen otra oportunidad aunque estos presos no hayan mostrado el más mínimo arrepentimiento, es más, se jactan de que "lo volveremos a hacer". Pues entonces, a la cárcel de nuevo.
Cualquier atisbo de remordimiento que pudiera asaltarme por este cambio de criterio personal, se me borra viendo a los delincuentes del partido más ladrón, inmoral, deshonesto y trincón de la política española, bramar contra el gobierno español por la concesión de esa medida de gracia (o desgracia) hacia los políticos catalanes presos. Dignos herederos de los ejecutores de un golpe de estado y de centenares de miles de muertos, sueñan con repetir las hazañas de sus ancestros fusilando a más de veinticinco millones de hijos de puta.
Causa y genera asco, náuseas y odio la desvergüenza de esta gentuza. Lo judicializan todo ante la falta de recursos dialécticos y razonables sobre cualquier tema que afecte a los españoles. El Carnicerito de las Azores, se ha erigido en guía de esta chusma marcando el rumbo hacia un golpe de estado real, no de opereta chusca como los del Liceu. Ha sido y es vergonzosa y delincuente la actitud de la gobernanta de Madrid respecto a la pandemia, con miles de muertos en los geriátricos, siempre enfrentada al gobierno central y éste, sin un par para acotarle el terreno y marcarle los límites.
El frayCastrado, como el acusica que no tiene recursos para sostener sus ideas, acudiendo al gobierno de la UE para malmeter, sin importarle un carajo si eso perjudica a los españoles. Que no les den dineros, que todo lo hacen mal... hasta este desgraciado inútil ha acudido a quejarse a la presidenta de la UE, Van der Leyen, sobre los indultos. Se necesita ser corto de recursos mentales, castrao e hijodeputa.
Como apuntaba antes, lo judicializan todo porque mantienen con su negativa a renovarlo, el CGPJ y el TC. Allí se sienten fuertes pues sus amigos de las puñetas les sacarán las castañas del fuego oponiéndose a cuantas decisiones tome el gobierno. Este, demuestra tener una debilidad y falta de interés en echar a esos jueces prevaricadores y sin escrúpulos, caducados y podridos. Más de dos años y medio sin renovar, da idea de la honestidad de los componentes de esos tribunales y de los políticos que, siendo su deber, no lo hacen.
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