Siempre se ha dicho, que los experimentos con gaseosa, pero de un tiempo a esta parte, no hay ni tutelas ni tu tía: todo se basa en hechos consumados, edificios o embalses incluidos. Sea lo que sea. El anarcocapitalismo se ha adueñado del mundo y lo está convirtiendo en un patio de monipodio donde hacen y deshacen a su antojo y capricho bien respaldado por sus sicarios: los políticos mediocres, sinvergüenzas y trincones.
En aras de otra mentira, la movilidad sostenible que a ellos
se la trae pendulona, nos están inundando las ciudades de patinetes,
bicicletas, motos y cualquier cosa que se les ocurra. Hoy resulta peligroso
caminar por las aceras, te pasan con los dichosos patinetes a toda pastilla, en
cuadrilla y con pasajero incluido que tampoco es cosa de pagar dos veces. Y qué
decir de las bicicletas, si hay algún atrevido circulando por la calzada, —lo
propio es que lo hagan por la acera a más velocidad que la Vuelta a España—, no
para, no se detiene ni uno en un semáforo en rojo. Miento, vi uno parado en el
semáforo y no me pude contener: “Caramba, es el primer ciclista que veo
detenido en un semáforo en rojo”.
Pero, y no es lo menos importante, no solo estos problemas
nos ha generado el anarcocapitalismo “ecológico”—otro símbolo fue el explotador
de esclavos llamado Globo, que cuando le ataron un poco solo los arreos, se
piró de España—. El gasto en carriles bici ha sido y es enorme. En unos párquines
con barras de acero inoxidable que han robado espacio a los coches que pagan
impuesto de circulación, y no utiliza más que el cierzo para jugar, se han
debido gastar un pastón en materiales y mano de obra. Por supuesto TODO pagado con
los impuestos de los pusilánimes ciudadanos.
Para más recochineo, en todos los semáforos han pintado un
espacio para situación preferente de todos estos artilugios: patinetes, que no circulan por la
calzada, bicicletas, que tampoco lo
hacen y si alguna circula no para, y ahora unas
motos que han dejado abandonadas en las aceras. El anarcocapitalismo
reinante en el ayuntamiento, ha convertido las aceras en párquines preferentes
para todo tipo de motos: particulares, privadas del anarcocapitalismo, y
abandonadas a su suerte.
Anoche, vi a una pareja de jóvenes observando y manipulando
una de estas motos nuevas abandonadas en la acera. Posiblemente sin licencia de
ningún tipo. Llegó un momento que le debieron de tocar la moral y puso la
alarma en marcha y a lanzar luces de emergencia. Cuando se cansaron se fueron.
Así va todo y así nos va. Al final, en aras de esa movilidad sostenible, nos
prohibirán salir de casa si no es utilizando algún artilugio, si no está
inventado ya lo harán, de ellos por supuesto y llegado el caso, lo prohibirán a
secas. ¿Alguna apuesta? La Inmortal Ciudad, cada día más enferma.
El anarcocapitalismo no descansa en hacernos la vida
¿imposible?
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