Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 4 de abril de 2022

LADRONES

Es intolerable, inadmisible, indigno, pero esos adjetivos y muchos más, al anarcocapitalismo le dan la risa floja. Y si las subidas generalizadas de precios debieran hacer pasar por el juzgado de guardia, la trena y el paredón a sus artífices y gestores, no es menos cierto que quienes las toleran teniendo en sus manos las armas, de todo tipo, para impedirlo, habrían de acompañarles. 

Hay un alimento que en estos momentos es paradigma de la poca vergüenza que tienen esos gestores del anarcocapitalismo: el precio del aceite de girasol. Quedé escandalizado cuando el otro día se me ocurrió comprar cuatro litros de este aceite. Que conste que no lo hacía en plan acaparador, sino porque en casa no había ni una botella. A veces se acaba el stock sin darse uno cuenta; hoy, he tenido que ir a comprar sal a la hora de hacer la comida, por que no había.

Me costó cada botella 3,85€ aunque en Carrefour, este es el lugar donde compré, no tenía precio y fue después en casa, al repasar el ticket, cuando me escandalicé de lo que me habían cobrado. Esta mañana, he devuelto las cuatro botellas, a robar, a Sierra Morena. Lo lamentable es que no es que ellos hayan pagado ese precio a los productores sino que alguien, con toda seguridad, lo tenía almacenado y ha aprovechado la guerra del déspota ruso para exprimir el costo en la cadena alimenticia. Porque eso sí, podemos tener la seguridad de que todos los que en esa cadena trabajan, es un decir, quieren sacar provecho a la circunstancia. Da igual cual sea: una guerra, la subida de los combustibles, la huelga del transporte, siempre habrá gentuza insolidaria y aprovechada que importándole una mierda el bien común y la ciudadanía, exprimirá hasta el agotamiento la ubre común, sin importarle que de paso, la vaca pueda morir. El español, y los grandes anarcocapitalistas también, crea una empresa con el fin de hacerse millonario, como sea. Si no le sale bien, comienza a llorar para que papá estado le sufrague esa empresa que él, como buen emprendedor, ha creado. Y si por casualidad tiene un pariente o parienta con poder político, esto es poder meter la manos en los presupuestos, se lanzan de cabeza y sin remordimientos. Ejemplos, por desgracia, nos sobran, antes y ahora.

Aquí tenemos un exponente, no el único de esta gente indigna y putrefacta: Sánchez Galán, preboste de la eléctrica Iberdrola. 13 MM de €, salario del año pasado. Otro ser corrompido, el jefe de Stellantis, antigua Opel, 20 MM de € en igual periodo. Da igual que esos millones hayan salido del bolsillo de los contribuyentes a base de ERES, ERTES o echando la culpa a los chisps. Ni se inmutan. Dicen que trabajan para los accionistas, mentira, esas alimañas solo trabajan para sí mismos. Y como decía antes, estamos rodeados y dominados por esta gentuza. El ser humano, cada vez peor. Quizá nos lo merecemos por pusilánimes y gilipollas. 

Otro déspota ultraderechista, el húngaro Orbán, ha obtenido mayoría absoluta en las elecciones de su país, Hungría. Quizá deberíamos irnos todos para allá, deben atar los perros con longaniza y los apedrean con lomo, aunque aquí, parece ser que en algunas regiones ya lo practican a tenor de los resultados electorales. ¡Dios, cuánta miseria! ¡porca miseria!

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