Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 24 de abril de 2022

SENTIMIENTOS ENCONTRA2

De opuestos, mayormente. Por mi cabeza bullen esas ideas encontradas, que no halladas, (había escrito a conciencia -hayadas- en un claro traspiés confundido de la escritura que encuentro en algun@s escribidor@s mayormente gente joven incluidos presuntos periodistas, becarios o no, de algunos periódicos); ésta gira en un círculo ininterrumpido de 900 grados, por lo menos, y cual brújula loca, que no bruja Avería, perdidos no solo el Norte sino todos los puntos cardinales habidos y por haber, se siente desinflada de cualquier impulso positivo y solo se refugia en la negatividad.

Pero no es una negatividad desastrosa o destrozona sino razonada. A todos los días sale el sol, siempre me pregunto ¿para qué?; todos los días, aunque no la veamos, la luna, realiza su ronda vigilante alrededor del planeta. No podemos requerirle para qué lo hace, es su función milenaria dentro del Cosmos, pero si cabría referir de su exploración ¿merece la pena que todos los días vigiles a este planeta? ¿ qué ha variado de cuando era habitado por unos seres gigantescos, con árboles no menos admirables? ¿todavía recuerda a aquellos seres que caminaban a cuatro patas por África y que a punto estuvieron de extinguirse cuando no habitaban el planeta más de 10.000 individuos? (Qué suerte hubieran tenido el planeta y el resto de habitantes)

En alguna ocasión he escrito que deberíamos estar dotados de un disco duro que almacenara esas diatribas interiores con uno mismo. Ahora, mientras divagaba este panfleto, he sacado a hacer pipi a Laika; se me ha (realmente se mea ella) ocurrido una idea genial, pero la he perdido en el ascensor, ni puta idea del tema y así, no se puede ir a ninguna parte y menos, salir de casa. ¿No podría ser al menos un pendrive pequeñito?

Estoy cayendo en una inanición física y mental. Me levanto por la mañana y mi único fin sería estar tumbado sin hacer absolutamente nada. No doy más de sí o de mí o como se diga, que me da igual. Me estoy convirtiendo en un san Bernardo, al que no preocupa nada absolutamente y que lo único que desea es que lo dejen tranquilo, que no lo molesten. Solo salto si me pisan el rabo. Considero que mi misión en este cochino mundo ha llegado a su fin. Tampoco ambos hubiéramos perdido nada de no habernos conocido. Nadie me necesita por lo que tampoco me echarían de menos si partiera. A fin de cuentas, la pensión seguiría fluyendo a quien quede y la SS sería feliz teniendo más dinero para dar a los consorcios sanitarios privados.

En el fondo lo que subyace es el tremendo cabreo que arrastro desde hace tiempo: ¿a qué mierdas hemos venido a este cochino mundo para tener que abandonarlo de una forma tan miserable, a manos de otros congéneres criminales y asesinos a los que no importa nada la vida ajena? Pero ojo, que esos mezquinos, son solo la mano ejecutora del drama que subyace tras de toda la vida, humana o no. Un fin inexorable contra el cual me rebelo y que con ello solo consigo lo contrario de lo que persigo: amargura y frustración ante un hecho que es lo único que nos iguala: la desaparición física. Hay quienes creen en el paraíso lleno de huríes, serafines y otras bagatelas. Si la loto, que la tenemos más cerca, no nos toca, crudo habemus el asunto; pero sin jugar, nos tocará el fin aunque no comprendamos, para qué estamos aquí y lo que es peor, porqué nos hemos de marchar.

Resumiendo, posiblemente los pensamientos que me rondaban cuando he comenzado este post, no se vean reflejados en él. Es la consecuencia de no poseer un miserable pendrive para acumular ideas y pensamientos transitorios. Quizá hoy debería recordar una efemérides que dejó de ser grata hace años. En el fondo, es lo que he hecho.

No hay comentarios: