Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 20 de julio de 2022

MARASMO

Desde que vine al pueblo, mi actividad en todos los órdenes, no diré intelectual pues generalmente está bajo cero, ha quedado reducida a la mínima expresión. Sin duda debe haber motivos para ello o escusas a las que achacarlo. La salud, el entorno, las malas compañías... casi nada me interesa, paso sobre las noticias como si pisara ascuas, no me interesan aunque presumo que es debido a que nada puedo hacer por sustituirlas o cambiarlas.

Esto que escribo, me está costando lo indecible para cohesionar las palabras y las ideas entre sí. Deseo dejar constancia de la nula capacidad que últimamente tengo para expresar una idea, mejor dicho, no tengo ganas ni quiero hacerlo. He caído en uno de esos baches de inactividad -los post en blanco son el exponente- que por otra parte tanto me agradan pues significa no hacer nada, no comprometerse con nada y si alguien intenta turbar mis silencios y aislamiento, sale escaldado porque lo mando a espigar centeno, que tiene la paja larga.

Y es que el marasmo que lo invade todo, con estas temperaturas tan tórridas que solo invitan a quedarse en el agujero todo el día, va debilitando nuestra voluntad. Ya sé que puede confundir el término pues este afecta a una enfermedad, pero ¿acaso no puede definirse de tal manera esta atonía y falta de interés por la vida en general? Ya todo se ha perdido, nada, excepto la vegetación, tiene expresión. Con más frecuencia de la que debiera, caigo en la cuenta de que la meta está ahí, al alcance de la mano. 

Muchos años antes, esa posibilidad ni la contemplaba, quedaba muyyy lejos o como diría Coco, a tomar por culo. Ahora, es como un cono de arena en un reloj que inexorable va deslizándose hacia abajo y por mucho que intentes trepar por él, ves como el fondo se acerca a la vez que la parte superior, la escapatoria, se aleja cada vez más.

Ya pasaron los tiempos del amor, físico y mental. Cuando la proximidad en la distancia o en la cercanía, era el camino que bastaba para, involuntariamente, la fuerza cósmica que nos posee, elevara su proa en busca de la deseada meta. Hoy ese cohete se ha quedado sin carburante y además pierde aceite sin pudor, obligando a estar más pendiente de él que cuando sin avisar podía dejarte en mal lugar. Hoy también puede dejarte en mal lugar, lo peor es, que no le importa en absoluto. Cría cuervos...

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