Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 13 de agosto de 2022

FLASH BACK

Hoy está haciendo un día gris y ventolero. Ayer, fue desagradable, lleno de calima y bochorno. Esta tarde, como todos los días despues de comer, a intentar echar la siesta en lo que fue la cuadra y ahora recovertida en un salón comedor, más bien cuarto trastero.

Como siempre me suele pasar en este lapso de tiempo, por mi mente circulan todo tipo de ideas peregrinas, sin sustancia la mayoría, pero que si pudiera retenerlas en un disco duro, darían para más de un post. No por su enjundia y profundidad, sino porque a mí me divertiría comentarlas.

Como escritor, soy una afrenta para la literatura, pero una vez leí que no hay libro malo pues todos tienen algo bueno. No aspiro a tanto, mi ego se siente satisfecho con dejar aquí plasma2 esos disturbios entre la razón y la realidad.

Dicho esto, -es una muletilla que emplean los comentalistos/as de la TV-, entremos en materia. Hace bastantes años, la verdad es que no recuerdo cuantos pero son muchos, planté un rosal en el corral con la peregrina idea de regalarle alguna rosa a quien en aquellos momentos hacía llorar a mis afectos. Nunca conseguí realizar mi sueño por incomparecencia de ambos: del rosal y de la susodicha presona destinataria. 

Este año, las circunstancias cambiaron, desde junio estoy on the town. A pesar  de la pedregada que dejó a todos los árboles y plantas machacadas, el riego ha conseguido que en este momento tengan una floración magnífica; hasta hoy. La ventolera que nos ha traido el aire regañón -aire regañón, ni agua ni sol- del suroeste, le ha cortado tres rosas, dejándolo semiinvalido.

Mis pensamientos, a tenor de lo que bajo cubierto discurría por mi mollera y mis ojos contemplaban en el exterior, han quedado reflejados en dos frases lapidarias dignas de cualquier genio que desee arrogárselas aunque no se lo recomiendo:

       -EL CIELO QUIERE LLORAR, PERO LE FALTAN LÁGRIMAS.

       -LOS HOMBRES LLORAMOS, PERO AL CIELO NO LE IMPORTAN                       NUESTRAS LÁGRIMAS.

Y así, a trancas y barrancas, acaba el día; aburrido y soporífero día.


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