Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 4 de agosto de 2022

TOMBE LA NEIGE

¡Ah, que bonito sería que a las doce de la mañana, a la hora del aperitivo, cayera una nevadita de un cuarto de hora de duración! Relajaría los calores extremos que estamos sufriendo, mojaría-lavaría las plantas y el suelo y sentados en la terraza del bar bajo los toldos protectores, nos permitiría extender el brazo y dejar que los copos fueran refrescando el vermú o el gin tonic.

Lo ideal sería que, cual maná en el desierto, la nieve cayera sin que el sol desapareciera del todo, haciendo un mix que mantuviera la temperatura ideal. Ello, aparte de hacernos gozar -soportar una nevada en bañador solo está al alcance de elementos ascéticos o modelos obligadas por contrato a padecerla- nos evitaría gastos superfluos en refrigeración, cosa nada despreciable dado el precio al que se ha puesto la energía de cualquier clase. 

Quizá los más enfervorecidos defensores de la idea, desearían disfrutar de una pedregada de esas que ofrecen bolas de hielo como pelotas de pin pon, pero eso, como que no. Porque para que unos disfrutaran de hielo a mansalva con el inconveniente de aguar el vermú o el gintonic, -cosa que ya hacen ahora-, el resto no tenía porque aguantar y sufrir cristales rotos, coches abollados o tejados destrozados. Mala idea.

En todo caso, para favorecer a todos los gustos y usuarios, el sol debería calentar a plena potencia a partir de las cuatro de la tarde. Habríríamos las ventanas a tope por la mañana y las casas se conservarían fresquitas. 

¡La vida es sueño, y los sueños, sueños son! Voy a tomar el vermú a la sombra de los toldos y a quien dios se la dé, que san Pedro se la bendiga; digo.


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