Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 4 de noviembre de 2022

THE END

En verdad que este post lo dedicaba para el final, para cuando yo no estuviera, o no pudiera escribir, o no me apeteciera volverlo a hacer. Pero eso nadie sabe cuando le puede suceder salvo que, con premeditación y alevosía, que de momento no es mi caso, el sujeto haya decidido adelantar la partida, en cuyo caso, aunque crea que está tomando una decisión trascendental basada en su libre albedrío, está equivocado. En su programación ya se incluyó esa fecha y ese fin.

Repaso, algo que no necesito hacer, mi consuetudinaria existencia desde hace muchos años y llego a la funesta conclusión de que el mundo no hubiera perdido gran cosa si hace tiempo hubiera desaparecido o no hubiera venido a él. Y yo menos. Disminuido físicamente desde que contraje la EM según dictamen de los galenos, que también meten la pata a veces de forma irrevocable y escandalosa, me he tenido que limitar a ir capeando el temporal día a día. Sin ayuda.

En este momento siento que las ilusiones hace muchos años que desaparecieron en el vendaval que nos maltrata. Solo me quedan obligaciones que el exceso de responsabilidad que siempre me ha dominado, me impiden abandonar. Pero, si mañana no amanece, no lo echaré en falta.

Quería adelantar el lanzamiento de este post con la infantil intención de que si alguien visita el blog se comunicara conmigo antes de que sea imposible. Pero reconozco que este deseo no tiene ningún fondo de realidad. Esta, es tremendamente simple: no le importas una mierda a nadie, así que mejor ¡¡cállate!!

Si después bloqueo el blog o no escribo más ¡¡Aurevoir!! ¡¡Good bye!! ¡¡Auf wiedersehen!! ¡¡Adiós!!



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